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Alberto Arbasino

¿Por qué se escribe? Ninguna de las generalidades presuntuosas y rimbombantes (desde la idea de Misión a la de Transgresión), ningún andamiaje teórico, absoluto y abstracto, vale lo que esta respuesta simple, primaria y sincera:

Porque me gusta, porque lo hago voluntariamente (incluso por hobby), porque «me siento impelido», porque una actitud o una vocación —como en el caso de la música y de la pintura— se convierte fácil y voluntariamente en una profesión y en un oficio en el que las reglas «deontológicas» son poco numerosas. En el fondo, basta con no disimular, no vender una falsa mercancía, y evitar una excesiva molestia.

Una pregunta más precisa, menos vaga, como ¿por qué escribe usted «esos» libros, «ciertos» libros...?, podría generar, por el contrario, respuestas interminables.

Para explicar sencillamente mi posición, es suficiente con que haga aquí referencia a los autores que he considerado siempre como mis maestros: Carlo Emilio Gadda, Roberto Longhi, Mario Praz y también Gianfranco Contini. Se trata de autores preciosos, eruditos, de estilo fascinante, prodigiosamente complejos, a quienes se lee con gran placer y que son completamente intraducibles. Se distinguen por un sense of humour lingüístico perfectamente saturnal, doloroso y delicioso, irónico y atormentado, muy variado. Jamás se han planteado problemas de marketing o de targets: publicaban sus obras en editoriales refinadas y al margen; a veces no publicaban, no acababan sus obras, dejando a otros el cuidado de «confeccionarlas» y difundirlas. Detestaban la fama. Sen-tían algo del orden del error en el éxito comercial.

Por mi parte, en un mundo profundamente diferente (dos o tres generaciones se han sucedido después), me he limitado a publicar en editoriales, unas mejores que otras (Feltrinelli, Einaudi, Garzanti), y también a escribir en periódicos, unos mejores que otros (Il Mondo, Il Giorno, L’Expresso, Il Corriere de la Sera, La Republica) para llegar más fácilmente a un público estable de lectores cultivados que en Italia sigue existiendo, generación tras generación, pese a algunas metamorfosis. En la práctica, he preferido también abordar «géneros» diferentes, mezclando la ficción y la Kulturcritik: la long short story o novela corta, en Le picolle vacanze; la pequeña novela epistolar, libertina y melodramática, en L’ anonimo lombardo; el diario cultural cosmopolita, en Parigi o cara; la gran novela europea del siglo XIX, en Fratelli de Italia; el diario cultural de descubrimientos y de revisiones críticas, en Certi romanzi; el viaje a través de la dramaturgia y lo «camp» en el teatro contemporáneo, en Grazie per le magnifiche rose, y en La Maleducazione teatrale; lo exuberante de las vanguardias pop americanas, en Off, Off; los destinos modernos y paralelos de Florencia y Venecia, en Due orfanelle; la colección de medallones y de retratos literarios, en Sessanta posizioni; la farsa anarquista y patafísica de 1968, en La bella di Lodi; la relectura hippie de un célebre mito barroco, en Il principe costante; la sátira de lo kitsch literario y cinematográfico, en Specchio delle mie brame; los delirios y las locuras de nuestro país, entre finales de los años 60 y comienzos de los años 80, en Fantasmi italiani; el psicodrama colectivo vivido por Italia en el momento del secuestro y ejecución de Aldo Moro, en In questo stato; un sumario de los caracteres antropológicos constantes de los italianos, a la manera fragmentaria de Leopardi y de Gramsci, en Un paese senza; el viaje «Belle Epoque» en Extremo Oriente, en Transpacific express; la autobiografía en verso con pasajes historiográficos en prosa, en Matinée, una colección de Salons que recoge más de cien importantes exposiciones internacionales de arte celebradas en estos últimos años.

Alberto Arbasino
Italia
Piamontés, nacido en 1930. Amigo de Gadda. Primero fue novelista (La bella di Lodi), después dramaturgo y crítico. Ed. Anagrama ha publicado Off-Off.