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Anthony Burguess

"La primera razón es de orden biográfico y se sitúa cuando tenía cuarenta años. En esa época, era para mí el único medio de ganarme la vida. Trabajaba en Borneo como funcionario colonial; un día me dio un síncope y se creyó que tenía un tumor cerebral.
Tuve que dejar de prestar servicio en las colonias y fui enviado a Londres, donde supe que el tumor no se podía operar y que me quedaba un año de vida exactamente. Debía seguir trabajando para vivir y para alimentar a mi mujer durante esos doce últimos meses. Pero nadie quería contratar a alguien con un futuro tan comprometido. Por consiguiente, me puse a escribir; ese año escribí seis libros, así como numerosos artículos e historias. Al finalizar el año seguía con vida; quizá la intensidad del trabajo cerebral había matado el tumor. Veintiocho años después, continúo escribiendo y el tumor no ha reaparecido. Escribo porque las circunstancias han determinado mi profesión: era la única que yo era capaz de ejercer.

Pero hay otra razón en el hecho de que yo escriba, más estética que comercial. Nací con instinto de artista. Durante la primera parte de mi vida, intenté expresar ese instinto a través del arte pictórico, pero el deseo de convertirme en un nuevo Cezanne recibió un duro golpe cuando descubrí que era daltónico. Enseguida intenté convertirme en compositor: nueva decepción, en este caso debida a mi falta de talento. Continúo escribiendo música pero ya no ambiciono convertirme en el Beethoven británico. En realidad la escritura literaria me sirve como sustitutivo de la escritura de una sinfonía. Me gustan los sonidos, ya se trate de música o de palabras, me gusta organizarlos siguiendo diferentes esquemas. Me gustan los volúmenes, las formas, las estructuras y siento una gran satisfacción al ir modelándolas en el interior del único género literario que tiene amplitud: la novela. Pero todo esto, por supuesto, no es suficiente. Para ser novelista hay que interesarse por la personalidad humana, por lo que el hombre dice, por lo que hace. Yo me intereso, pero sólo un poco más que cualquiera persona. No deseo crear un nuevo Don Quijote o una nueva Anna Karenina, prefiero crear personajes corrientes que se convierten en los elementos de una construcción formal, juegos de ajedrez que sean igualmente sinfonías. La novela misma, en cuanto que entidad artística me preocupa más que la personalidad humana de los elementos que entran en juego. Por lo demás, apenas tengo ideas y me interesa poco el pensamiento filosófico. Las palabras no son para mí los vehículos de una propaganda sino más bien estructuras sonoras complejas, desnaturalizadas por su significación (aunque esto sea desgraciadamente un componente necesario en el lenguaje) y que piden ser organizadas en el interior del esquema complejo y formal que yo llamo novela.

Evidentemente, siempre escribo para ganarme la vida. No tengo posibilidades de ser un Joyce o un Mallarmé, subvencionado por un trabajo o por un protector, y libre para llevar a cabo experiencias no comerciales. Debo mantener ciertos compromisos, dando a los lectores lo que creen esperar, haciendo más o menos lo que quiero hacer. Mi santo patrón es Wiliam Shakespeare, era un autor de obras de teatro muy comercial que daba a sus lectores más de lo que pedían. Murió siendo un caballero y un gran artista. En nuestra época es muy difícil ser las dos cosas a la vez, pero yo me obstino en intentarlo.

Anthony Burguess
Reino Unido.
Nacido en Manchester en 1916. Su erudición puede compararse con su energía. Entre sus obras: El hombre del piano, Poderes terrenales [publicadas en Ediciones B]. Stanley Kubrick llevó al cine su novela La naranja mecánica [Ed. Minotauro]a.