×
×
×
Talleres de escritura
Cursos
fuentetaja
Comunidad
Editorial
Recursos
Contacto
Dónde estamos

InicioEscritoresJosep Vicenç Foix


Josep Vicenç Foix

Empecé a escribir muy joven, mientras preparaba el Bachillerato. Tenía catorce años cuando le presenté a mi profesor de Literatura un soneto de tipo clásico que no se podría reproducir ahora pero que en aquella época tenía un cierto sentido, al estar hecho por un estudiante de catorce años. El profesor me dijo: “efectivamente, no está mal, pero podría estar mejor”. Me acuerdo, si no me equivoco, que el soneto comenzaba así: ¿Ves?, tu estilo, de difícil aproximación, no me disgusta. Eran unos versos dedicados a una muchacha de unos catorce años. Continué escribiendo para mí, sin intención de ser escritor, sino simplemente porque el amor a la lengua, tan importante para nosotros, los catalanes, me obligaba a escribir con el fin de contribuir al perfeccionamiento de esa lengua en la que todos trabajábamos.
En esta tarea utilicé, como todo el mundo sabe y como ha dicho la crítica, lo que me inspiraron los poetas medievales, provenzales, italianos y catalanes -y todo Ausias March. Fue a partir de su estructura del verso y sobre todo, de una selección de su vocabulario, que me satisfacía mucho, como pude hacer a los diecisiete años, apenas diecisiete años, los primeros poemas en prosa, convertidos más tarde, en 1929, en unos sonetos que yo defendía a mi manera.

Como todo el mundo, estuve muy influido por las nuevas tendencias literarias, a partir de Marinetti, que en 1909 publicó uno de sus primeros manifiestos. De ahí surgieron inmediatamente el Cubismo y el Neorrealismo, el Metafisicismo, el Dadaísmo y el surrealismo del grupo de André Breton. Colaboré, efectivamente, en algunas revistas de vanguardia que se publicaban en Cataluña. E intenté introducir en nuestra corriente literaria algunas de las voces procedentes de fuera; no las mismas voces, sino una adaptación, es decir, aprehender el espíritu que recorría la vanguardia para expresarlo en lengua popular.

Fue en 1917 cuando publiqué algunos de mis primeros versos, y continué en 1918, y en 1919. Ejercí una cierta influencia en el seno de este movimiento de vanguardia. Joan Miró y yo eramos amigos desde los dieciocho años, y teníamos conversaciones más o menos logradas, en traducción al lenguaje vulgar, sobre lo que debía de ser el arte, según la visión que en aquel momento ya tenía Miró, y según la mía propia, que es la del investigador en poesía.

Y fue transcurriendo el tiempo, y todos sabemos lo que pasó: hasta 1936 desarrollamos una actividad de acuerdo con el espíritu que nos impulsaba, con el fin de construir una literatura catalana de tipo europeo. En 1936 vino la guerra civil y todo eso desapareció. Pasaron después treinta y nueve años sin ninguna actividad literaria de carácter público. Entre medias publiqué, con la autorización de la censura, cuatro o cinco libros de estilo más bien vanguardista, si es que hay que darle algún nombre, y no es un nombre que yo acepte genéricamente, pues hay diversas formas de ser vanguardista.

Según los historiadores de la literatura que se dedican a recopilar mis textos -que yo no conservo, porque nunca he conservado nada y no tengo en casa ninguno de mis poemas manuscritos, por otra parte siempre escribía a máquina-, he firmado mis poemas con cinco seudónimos diferentes. Pero yo no recuerdo los seudónimos, mientras que ellos los distinguen. Escribía directamente sobre cualquier trozo de papel, en el momento en que algo interno me empujaba a expresarme. De manera que casi todos mis poemas han sido redactados directamente, y apenas corregidos. La mayoría de los poetas, y digo la mayoría porque he conocido a algunos, escriben, componen mentalmente sus poemas, les buscan una rima, un ritmo, y lo aprenden, y se lo saben de memoria, y después, una vez compuesto el poema, lo transcriben en el papel. Yo, por el contrario, escribía a máquina, con el papel delante, un verso que surgía de forma espontánea. Ese verso me abría un mundo, como el sueño abre tantos mundos que todos conocemos, y la idea del primer verso se iba desarrollando hasta que llegaba a una conclusión, pero permaneciendo siempre en ese estado previo al sueño. Y veía imágenes muy concretas, las transcribía directamente, tal como se presentaban en mi imaginación.

Yendo por las calles, se observa que están llenas de cosas maravillosas. Ramon Lull dice que en este mundo todo es maravilloso y yo puedo confirmar, efectivamente, dejando aparte la tragedia que existe desde que el mundo es mundo, (la lucha entre los seres humanos), y si uno se sitúa en el otro lado, (el de la paz, por ejemplo), que hay muchas cosas maravillosas. Por ejemplo, el año pasado estaba en Port de la Selva, el pueblecito en el que paso mis vacaciones. Me encontraba en la plaza de la iglesia, justo enfrente de una casa de estilo isabelino que estaba cerrada. De repente, una anciana se asoma a la ventana -y digo anciana tal vez por la costumbre que las personas mayores tenemos de hacer más viejos a los demás- y me dice: “No, los cabellos de María Dolors, no”. Enseguida comprendí que me hablaba de uno de mis poemas de juventud. Después bajó a la plaza y se acercó a mí para abrazarme. Imagínese que a los noventa y dos años alguien viene y le recuerda a la muchacha que conoció a principios de siglo. Es una maravilla. Es un poema. Todo es una sucesión de hechos como este.

Yo los veo, los encuentro incluso en mí. Existe una especie de hipersensibilidad que algunas personas poseen y que yo tengo también un poco, que permite captar hechos, mentiras y golpes bajos cuando los demás creen que van a pasar inadvertidos. Y en poesía, se ve en el solo hecho de poder ordenar las sílabas, de poder ordenar las palabras, ordenar el primer verso que empezaste a escribir, eso ya es una gran ventaja, porque, normalmente, el vocabulario con el que te expresas en la primera línea es el vocabulario que persiste. Se multiplica, llegas incluso a crear neologismos, como me ha sucedido a mí, porque he hallado, es lo único que he hallado, un ritmo que me resulta natural, incluso al hablar.

Ahora ya no escribo. A veces, algún poema anónimo para una entidad o para alguna presentación que sirva a los jóvenes, pero ya no escribo porque, al no poder hacerlo yo mismo a mano, la escritura es difícil. Debo dictar, y el mecanógrafo pierde el sentido de la palabra tal como yo la había expresado, y aún después, me veo obligado a pedir a un tercero que me lea el texto para ver si hay algún error. Es la complicación que conlleva carecer de una vista normal. No languidezco por no poder escribir; por lo que languidezco es por no poder leer.


Josep Vicenç Foix
España
Nace en Barcelona en 1893. En opinión de Pere Gimferrer, es junto con Joan Brossa, uno de los mejores poetas de vanguardia. Traductor de Éluard y de Reverdy. Su primer libro de poemas: Sol, i de dol, de 1936, fue publicado en 1947. Otro título: Onze nadals i un cap d’any [publicados en Edicions dels Quaderns Crema].